lunes, 12 de marzo de 2012

El incidente de Once


Hoy me hago cargo de la editorial. No va en nombre de la Fundación sino quien suscribe la presente.

La frase conocida, dice “Ni olvido, ni Perdón”.

Me deja pensando en un país que no puede perdonar, y ojo que digo perdonar y no que esas personas que hicieron daño y mal a la sociedad, sean juzgados y paguen por sus actos. Pero un país que no perdona, es difícil que pueda salir adelante, pues no sana sus heridas, sigue sangrando por las mismas. Sé que esta editorial será controvertida, pero es lo que pienso y va con mis convicciones.

El perdón, no se siente, es una decisión. El perdón libera, y en primer lugar, libera a quien perdona.

Si el país fuera al Psicólogo, éste le diría que una de las razones por la que su alma está herida, es por la falta de perdón.


Hoy tengo 45 años, pero a los 8, en pleno Proceso de REO rganización Nacional, un militar de unos diez años más grande que yo, me apuntaba con su rifle a no más de 4 metros, mientras sus compañeros revisaban las valijas de una familia que se iba de vacaciones. Lo recuerdo claramente era en la Circunvalación de Rosario, Santa Fe. Con esa edad yo pensaba, que tan peligroso podía ser para que este soldado me estaba apuntando todo el tiempo. Te cuento lo que viví. Éramos una familia que salía de vacaciones, simplemente eso. Recuerdo que había que hacer cola para cargar nafta (cualquier similitud con la actual realidad es pura coincidencia, eh?), cola para que mi padre, fumador empedernido, pudiera comprarse sus LM. Recuerdo también, que no se podía pasar por el barrio militar y los autos que se detuvieran podían ser baleados solo por detenerse. También recuerdo que en el camino hacia Tucumán, cada 10 vehículos, los soldados ponían un Unimog al comienzo de la fila, y otro al final, para que los guerrilleros que habitaban en la zona boscosa de esa provincia, no secuestraran y se quedaran con los vehículos para movilizarse. Ojo, eh? No me contaron la historia, la viví.

Les voy a contar una historia, que no es mía. Es de alguien que fue mi profesor de la materia Constitucional, y llegó a ser diputado en nuestra provincia. Cierto día de clases allá por el año 1990, uno de mis compañeros, le preguntó que pensaba de la época del proceso. En el aula, había un compañero hijo de militar y otro compañero, el cual tenía un amigo desaparecido, quienes discutían acaloradamente cuando se tocaban estos temas. Ante lo violento que se tornó la discusión, el profesor (no lo nombro por una cuestión de principios) les dijo que esperaran a escuchar su historia.

La misma era así: Él estudiaba en Tucumán, y un día un compañero con el cual él no tenía trato, le dijo de estudiar juntos para una materia. El profe aceptó gustoso, ya que se había atrasado en la materia y le convenía, lo invitó a su departamento a estudiar. La segunda vez que se reunieron a estudiar, irrumpieron en su departamento, unos encapuchados. Les pusieron el arma en la boca y al profe, lo pusieron boca abajo, apuntándole constantemente. El sintió un tremendo miedo, porque sabía que su vida podía acabarse, es más nos contó que (pido perdón por lo que sigue) se hizo sus necesidades encima, mientras lloraba desconsoladamente pidiendo por su vida. Nos decía que no sabía si habían pasado minutos, pocas horas o muchas horas. Después de eso él se levanto, con mucho miedo, se baño y se volvió a Jujuy por unos días.

Él nos contó que nunca supo si fueron del ejército o la guerrilla, lo que sí es que a ese compañero, NUNCA más lo volvió a ver en la facultad.

Esto fue una guerra, y como tal no existen las reglas. Los militares cabecillas, deben pagar por el genocidio, muchos de los subalternos se escudaron en la Obediencia Debida pero tomándose de ella, hicieron atrocidades por su propia motivación. No me olvido, pero sí perdone, y eso me liberó, claro que yo no tengo a nadie desaparecido. No sé ni me imagino, como se puede vivir con esa angustia, con esa incertidumbre.

En mi adolescencia estuve cerca de una mujer a quien los militares detuvieron a su esposo, simplemente por pensar diferente y NUNCA más lo volvió a ver. Ella vivía como autista, fumando y fumando, preguntándose una y otra vez, el porqué. Esa mujer no pudo con esa angustia ni con los fantasmas que la asolaban desde su desazón y  terminó con su vida, años después tomando las más trágicas de las decisiones.

También es bueno recordar, que gran parte de Latinoamérica durante los 80 estaba dominada por los militares, como en la década del 90 por los liberales, como en la actualidad por los gobiernos de izquierda. ¿Casualidad? Para pensarlo no te parece?

Me quedo con la frase nacida en los 80 con la democracia NUNCA MÁS.

Alejandro Goyechea